La semana pasada vimos en la TV a un cura teniendo sexo con una mujer casada en Trujillo. Es que son como cualquier humano, pero obligados a tener doble vida y a dar doble discurso. O sea, a vivir en la hipocresía.El celibato es la soltería seguida de abstinencia de toda actividad sexual. Exigencia contra la naturaleza humana. Podrán asumirla hombres excepcionales, pero no cualquiera. ¿Cómo un sacerdote normal y corriente va a poder servir a Dios desde el celibato, si posee una naturaleza humana que llama a su sexualidad? La realidad dice que sus oraciones no son suficientes para detener el impulso sexual. Se ven obligados a practicar una sexualidad escondida. Además, no los seleccionan con rigurosidad científica, sino ¿por qué tantos curas pederastas?En el monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección, en Cuernavaca, México, hace muchos años se instaló la práctica del psicoanálisis entre los monjes de la comunidad. Los trabajos se centraron en problemas específicos que afrontaban como el alcoholismo, las depresiones o la homosexualidad. A consecuencia de la terapia, como se señala en el libro Los Volcanes de Cuernavaca (2007, p. 84) salieron a relucir tópicos muy importantes como patologías sexuales, rechazos a la mujer, reducido desarrollo emocional, depresiones, entre otros temas.Fue reconfortante comprobar que el psicoanálisis sacó lo mejor de los monjes. Crecieron como personas en todos los aspectos. A nivel personal, resolvieron muchos conflictos que redundaron en una mejor vocación y una mejor oración . Muchos abandonaron la vocación, pero otros empezaron a vivir una religión bien entendida. La experiencia fue publicada en Le Monde en 1962. ¿Qué hizo el Vaticano? Amonestó al director de la comunidad –el cura belga Lemercier– prohibiendo la práctica del psicoanálisis y cerrando finalmente el monasterio.
¿Quién lo explica?
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